• Autor: Jaime Vallejo

Se acerca la silueta de un hombre bajito, calvo, de andar claudicante y pausado. Es Raúl, Raúl Clerc Urria, Sociólogo, Asesor, Profesor, escritor, que más que un RUT es un individuo. Durante su vida siempre vivió con grandes expectativas y cuestionamientos, poseedor de un humor sarcástico y que más de algún problema le produjo entre sus amistades, familiares y conocidos.

Nació un 21 de mayo del año 1966 y era el menor de tres hermanos, sus padres Teresa Urria y Carlos Clerc, ambos profesores de castellano, que ejercieron en el Colegio Suizo y se separaron cuando era niño, generando una infancia más bien solitaria.

Era regalón de su Mamá y la relación con su Padre fue siempre muy difícil, ya que el Papá se volvió a casar y tuvo otra hija.

Ingresó al mismo Colegio donde trabajaba su padre y desde pequeño manifestó su interés por el área humanista. Le gustaba escribir y leer desde los comics, historia, política, filosofía, siempre preocupado de dar a conocer su opinión y defender sus ideas, lo cual lo llevó a sostener, en ocasiones, acaloradas discusiones entre sus compañeros, incluso con su mismo padre, en defensa de sus compañeros, ya que también fue un tiempo su profesor.

A pesar de su marcado interés por el área humanista era buen alumno en todas sus asignaturas, además tenía gran interés por la música, disfrutando en su adolescencia de diversos grupos como Kiss, Led Zeppelín, entre otros.

Era un joven reservado y en la Enseñanza Media comienza un distanciamiento de sus compañeros por su participación en la política activa y aunque había pluralidad, como colegio privado, vivían en una especie de burbuja, pero a pesar de las diferencias de pensamiento, él era firme en sus convicciones e igualmente se sentía parte integral de su curso.

Estudia Sociología en la Universidad Arcis, donde se destaca por su inquieta y gran personalidad para un joven de muy baja estatura, inquieto, muy directo, con pensamientos claros, polémicos y con un humor sarcástico que le significó más de alguna discusión, además era un ser solidario, defensor de las causas justas, de los derechos humanos, no transando con situaciones que rayaran en lo ético.

Especialmente Raúl valoraba mucho la vida, conocía mejor que muchos de nosotros la fragilidad de esta, tras haber sobrevivido a dos tumores cerebrales y a un cáncer linfático entre el año 1994 y 1996, a sus 28 años, cuando estaba reconstruyendo su vida laboral y de pareja, con la cual tuvo una hija.

Su recorrido entre la vida y la muerte por hospitales, clínicas y fundaciones, lo compartió en un libro que editó con el Ministerio de Salud y que presentó en un Congreso Internacional de Cuidados Paliativos, en Concepción el año 1998 y fue recibido como un regalo que permitió a los equipos de salud reconocer las grandezas y carencias que los pacientes asumen, en lo que solo se nombraba como una “larga y dolorosa Enfermedad”.

Este fue uno de los momentos más dramáticos de su vida ya que quedó con un grado de limitación física, no así en lo intelectual, lo que le permitió seguir su actividad laboral y docente.

En 1997 se acercó a Fenpruss y aunque no todos entendieron de inmediato su propuesta o desafío que, con su peculiar estilo, idealista y provocador, apelaba a una visión que iba más allá de la reivindicación salarial, incorporándose como asesor gremial donde su concepto y alma estaba vinculada a un principio fundamental como es el Derecho a la Salud para todas las personas. Planteaba que en esa lucha por este derecho debíamos unirnos todos los Profesionales de la Salud, donde la diversidad de profesiones era la gran fortaleza del movimiento.

Para él, esto se convirtió como algo más que un trabajo, era su sueño, su lucha y su conquista, viviendo y peleando en las calles, codo a codo con los dirigentes incluso a pesar de sus limitaciones físicas, ayudaba a socorrer a las antiguas Matronas, sofocadas por los gases lacrimógenos, hasta ponerlas a salvo, en las marchas de protesta de esa época.

En este espacio como asesor gremial de Fenpruss, instaló su espacio cotidiano, se hizo de amigos y amigas, con los que podía sostener grandes discusiones y mantener a la vez cariño y respeto, pero tristemente ese respeto y cariño fue el que no tuvieron con él y la traición fue su pago, porque a Raúl no lo mató un tumor o el cáncer, no murió hace pocas semanas. lo mató la tristeza más profunda, a partir del día que lo desvincularon de su trabajo en Fenpruss.

Fue un hombre honesto, generoso e idealista, de carácter difícil y a la vez encantador.

Una de las canciones que más le gustaba era El Elegido, de Silvio Rodríguez, que lo retrataba en su plenitud.

Siguió trabajando haciendo docencia en Institutos y Municipalidades además de trabajar a honorarios en la Asociación de Municipalidades para el área de estadística y estrategias de cambio, hasta que su condición física, por las reiteradas hospitalizaciones en el HUAP, debido a sus frecuentes crisis de epilepsia, minaron su salud, quedando sin trabajo, solo, debiendo vivir con el apoyo de sus amigos del Colegio, de la Universidad, del trabajo y también la conserje del edificio.

Raúl no quería salir de su departamento, siguió luchando hasta el último momento por mantener su independencia, tratando de evitar quedar en un hogar, esto era algo que él no permitiría. Lamentablemente su último año se quebrantó su salud a tal grado que quedó postrado en cama. Su última hospitalización fue en septiembre del 2019 en la HUAP, no pudiendo volver a su departamento por su alta dependencia de atención, terminando sus últimos días en un hogar en medio de esta Pandemia, falleciendo solo, un 30 de mayo de este año, en un hogar de asistencia social asignado por la municipalidad, posterior a una larga postración en el HUAP.

Su frase más célebre: “lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”

Adiós Raúl… tus amigos te recordaran con mucho cariño y con un dejo de amargura en sus corazones, adiós al “gran chico Clerc”.