Son el nexo que une a las personas con los sistemas sociales. Su trabajo es tan relevante para garantizar los derechos sociales de las personas, que a veces no se dimensiona su importancia dentro de los sistemas de salud.

Los Trabajadores Sociales utilizan como guía los principios de los derechos humanos y la justicia social. En nuestro país, la profesión tiene su origen en el año 1925, por iniciativa del Dr. Alejandro del Río, quien crea la primera Escuela de Servicio Social al alero de la Junta Nacional de Beneficencia.

Desde hace 72 años, celebran su día nacional hace el 11 de noviembre. La fecha conmemora el cierre de un simposio donde se analizó y debatió en torno al quehacer profesional, desarrollada desde el 6 al 11 de noviembre de dicho año. El cierre de la jornada derivó en dos hechos de gran relevancia: se declaró este día como el del Asistente Social y además, se constituyó la Federación de Asistentes Sociales de Chile, hasta la creación del Colegio de Asistentes Sociales, en octubre del año 1955 por la Ley Nº 11.934.

 

Roberto Sepúlveda Corales eligió esta senda hace casi 20 años. Por los últimos 13 años ha ejercido su profesión de Trabajador Social. Actualmente trabaja en el Hospital Exequiel González Cortés donde confiesa que estudió esta profesión “por vocación. Creo que el Trabajo Social debe ser una profesión de vocación, quizás es duro decirlo, pero no hay otra forma de hacer un buen ejercicio de la profesión si no se tiene vocación de servicio y sensibilidad por las condiciones sociales, políticas, culturales y económicas que condicionan las conductas de las personas. Estudié Trabajo Social porque creo en el progreso con base en la justicia social, en la dignidad de las personas y sobre todo en el respeto a los derechos humanos”.

“Creo que hay una base de valores que configuran una vocación, adquirida a mi juicio, y en mi caso, desde la formación familiar, en el amplio sentido de ese concepto. Tener capacidad de asombro frente a las injusticias o al sufrimiento humano es algo que se puede aprender, y que no tiene que ver necesariamente con intereses políticos, si no con la idea de poner la dignidad de las personas en el centro del proceso de desarrollo de las naciones. Fue mi primera opción cuando postulé a la universidad”, señala.

Respecto al aporte de los trabajadores y trabajadoras sociales a la salud pública considera que este es “inmenso”. “Esta profesión nace al alero de la salud, acompañando los procesos de tratamiento y recuperación de las personas. Eso ya hace casi un siglo. El aporte del Trabajo Social a la salud chilena es histórico, nunca hemos estado lejanos a ella. Desde las Visitadoras Sociales que acudían a las casas de los enfermos a evaluar su situación social y desarrollar elementos que permitieran a esas familias mantener las mejores condiciones de salud posibles, hasta las Trabajadoras y Trabajadores Sociales de hoy que lideran servicios públicos, instituciones o programas de salud”, manifiesta Sepúlveda.

“Desde siempre las Trabajadoras y Trabajadores Sociales hemos estado en terreno, evaluando y trabajando en los determinantes sociales en salud que son los factores externos al ser humano que influyen en su salud, desde el tipo de vivienda en que viven, el barrio y el acceso a servicios básicos, hasta las condicionantes impuestas por el género, la raza o etnia o la posición social.

No esta demás decir que rol del Trabajo Social en la construcción y desarrollo del Modelo biopsicosocial también ha sido relevante. Seguimos formando parte de los diferentes equipos de salud tanto en hospitales como en centros de salud familiar, aportando desde nuestra mirada profesional y liderando procesos de promoción y prevención, trabajo con la comunidad desde la participación social, procesos de bienestar, trabajo en red, etc

A la hora de hablar de las satisfacciones de la profesión, Roberto Sepúlveda es directo. “Siendo sincero, lamentablemente en este país son más insatisfacciones. El experimento político y económico en el que estamos inmersos ya hace cuatro décadas cada vez entrega menos espacios al desarrollo humano más allá de lo económico. En un modelo que se alimenta y se sustenta en la desigualdad, el Trabajo Social más que generar avances, se presenta como una profesión que contribuye a la resistencia de las trabajadoras y trabajadores que sufren las consecuencias de la relación actual entre capital y trabajo. Somos unos de los países más desiguales del mundo y es incluye el derecho a la salud. No es casualidad que tengamos uno de los índices más altos de patologías de salud mental a nivel mundial, o que la demanda de salud o las patologías crónicas tengan más incidencia en las clases sociales más vulnerables, algo te dicen esos datos. Para no ir tan lejos, durante la pandemia estar contagiado era un problema mayor en las clases sociales vulnerables que en las acomodadas. Lo mismo pasa con la educación, la vivienda y el trabajo, solo por hablar de derechos humanos básicos”

 “Sin embargo lo anterior, creo que al pensar en satisfacciones, se me vienen a la cabeza momentos donde puedes visualizar que tu trabajo genera frutos en la población, pequeños logros, ya sea desde el desarrollo personal o familiar de la gente que atendemos, o en el desarrollo de grupos o comunidades que avanzan gracias a su organización. Ser parte de procesos donde las personas son capaces de superar algunos obstáculos o acceder a derechos gracias a tu gestión, creo que es hoy lo que más felicidad me entrega al ejercer la profesión. Y por último, desde lo personal, ejercer la profesión me ha permitido, o más bien exigido adquirir conocimiento en diferentes áreas, a veces ajenas a lo que debería ser nuestra área de estudio, y eso me genera satisfacción personal. Estar abierto al conocimiento y sus actualizaciones es imprescindible en la carrera profesional del Trabajo Social”, cierra.